Observar que un ser querido mayor pierde la capacidad de moverse de forma autónoma es una situación preocupante. Cuando un anciano deja de caminar, debemos actuar de inmediato. Más que una consecuencia inevitable del envejecimiento, en la mayoría de los casos, es una señal de alguna afección subyacente que necesita atención.
En Grupo Emera conocemos de cerca esta realidad y queremos acompañarte en este proceso, ofreciéndote información clara y soluciones efectivas. A continuación, analizaremos las principales razones por las que esto sucede y las medidas más efectivas para abordar esta situación.
Causas que provocan que los mayores dejen de andar
La pérdida de la marcha en las personas mayores es un problema multifactorial. Rara vez se debe a una única causa; lo más común es que sea el resultado de una combinación de factores físicos, neurológicos, psicológicos y ambientales.
Identificar el origen del problema es el primer paso para diseñar un plan de actuación adecuado, ya sea en el domicilio, en un centro de día o en una residencia de mayores.
Trastornos neurológicos
Las enfermedades neurológicas pueden afectar directamente la capacidad de caminar. Patologías como los accidentes cerebrovasculares (ictus) dañan las áreas cerebrales encargadas de coordinar el movimiento, provocando desequilibrios y dificultad para andar [1].
Del mismo modo, la enfermedad de Alzheimer u otras demencias afectan a la marcha al alterar las funciones cognitivas y motoras del cerebro [2].
En general, los trastornos neurológicos provocan mala coordinación, problemas de equilibrio y una capacidad limitada para moverse. Como consecuencia, el adulto mayor deja de caminar si no se trata la causa subyacente. Por esta razón, es vital conocer los síntomas de demencia senil en ancianos para una detección temprana.
Dolores articulares
El dolor crónico es uno de los mayores enemigos de la movilidad. La artrosis o la artritis reumatoide causan inflamación, rigidez y un dolor intenso en las articulaciones de carga, como las caderas, las rodillas y los tobillos [3].
Este malestar constante convierte el simple acto de caminar en una experiencia dolorosa. Por eso, muchas personas mayores optan por reducir su actividad a fin de evitar el sufrimiento, entrando en un peligroso círculo vicioso de inmovilidad y mayor deterioro.
Dificultades visuales
Los problemas de visión también pueden hacer que una persona mayor deje de caminar [4]. Una persona mayor con visión reducida (por cataratas avanzadas, glaucoma, degeneración macular, etc.) tiene dificultad para calcular distancias, ver obstáculos o diferencias de nivel en el suelo. Esto genera inseguridad al desplazarse, ya que teme tropezar con algo que no ve bien.
Osteoporosis
La osteoporosis debilita los huesos, haciéndolos frágiles y susceptibles a fracturas ante el más mínimo golpe o caída. La fractura de cadera es una de las consecuencias más graves y una causa frecuente de pérdida de movilidad y dependencia en la población anciana [5]. El miedo a sufrir una fractura, sumado al dolor y a la propia debilidad ósea, lleva a muchas personas a limitar drásticamente sus movimientos.
Problemas en los pies
Los pies soportan todo el peso corporal y cualquier alteración en su estructura o función afecta la capacidad de caminar. Deformidades como los juanetes, los dedos en martillo, las úlceras diabéticas o simplemente unas uñas mal cortadas alteran la correcta distribución del peso y la mecánica de la marcha. Estas afecciones generan dolor e inestabilidad, convirtiendo cada paso en un desafío y contribuyendo a la reticencia a caminar.
Parkinson
La enfermedad de Parkinson es un trastorno neurodegenerativo del movimiento que afecta gravemente el desplazamiento. Esta condición provoca temblor en reposo, rigidez muscular y bradicinesia (lentitud de movimientos). A medida que la enfermedad avanza, aparecen dificultades para caminar y mantener el equilibrio [6].
Los pasos se hacen más cortos y arrastrados, la postura se encorva hacia adelante y el paciente puede experimentar episodios de bloqueo motor (congelación de la marcha) en los que siente que los pies se le “pegan” al suelo [6]. Muchos mayores con Parkinson dejan de caminar solos por miedo a caerse o porque físicamente no pueden andar sin ayuda debido a la lentitud y la rigidez.
Es importante destacar que no todos los temblores en personas mayores indican Parkinson. Existen diferencias entre el temblor esencial y el Parkinson que un neurólogo debe evaluar.
Lesiones cerebrales
Bajo este apartado englobamos lesiones del sistema nervioso central adquiridas que afectan la movilidad, siendo el principal ejemplo el ictus (accidente cerebrovascular) ya mencionado. Un derrame cerebral (infarto o hemorragia cerebral) puede dejar secuelas motoras como parálisis o debilidad de medio cuerpo (hemiplejía), problemas de coordinación o equilibrio, e incluso alteraciones perceptivas que dificultan la marcha.
Otras lesiones cerebrales que también dañan la función motora son los traumatismos craneales (por caídas o accidentes), la hidrocefalia crónica y la esclerosis múltiple [4].
Cada caso es distinto, pero en general, estas lesiones abruptas marcan un antes y un después en la movilidad del mayor: estando en condiciones de moverse por sí mismo, de repente cae en la inmovilidad o gran dependencia [1].
<H3> Efectos secundarios de medicamentos
La polifarmacia, es decir, el consumo de múltiples medicamentos, es muy común en las personas mayores. Algunos fármacos, como los sedantes, los antihipertensivos o ciertos antidepresivos, tienen efectos secundarios que interfieren directamente con la capacidad de caminar. Entre ellos se encuentran los mareos, la somnolencia, la hipotensión ortostática (bajada de tensión al ponerse de pie) y la debilidad generalizada. Todos estos factores aumentan el riesgo de caídas y la sensación de inseguridad.
Miedo a caerse o experiencias previas
Por último, una causa a veces pasada por alto es el factor psicológico. Muchas personas de la tercera edad que no quieren andar en realidad tienen miedo a caerse. Si ha sufrido una o varias caídas previas, puede desarrollar un intenso temor a volver a caer que le lleva, conscientemente o no, a reducir su actividad física.
El “síndrome post-caída” crea un círculo vicioso: el adulto limita sus salidas y movimientos por miedo, pasa más tiempo sentado o acostado, pierde fuerza muscular y equilibrio por la inactividad, y eso a su vez aumenta el riesgo real de caídas [7].
Este miedo puede ser tan limitante como cualquier condición física. Para romper este ciclo, las familias y cuidadores deben informarse sobre cómo prevenir caídas en personas mayores mediante estrategias que combinen medidas de seguridad del entorno con rehabilitación física y apoyo psicológico.
Señales de alerta cuando un mayor empieza a caminar menos
Identificar a tiempo las señales de alerta de pérdida de movilidad en adultos mayores permite actuar pronto para evitar un deterioro mayor. Si notas que la persona camina menos que antes o con más dificultad, presta atención a los siguientes signos:
Cambios en la postura o marcha
Los estudios muestran que una marcha más lenta de lo normal en mayores se asocia con mayor riesgo de caídas y problemas de salud [8]. Algunas señales a tener en cuenta son:
- Pasos más cortos y lentos: camina arrastrando los pies o con una cadencia mucho menor.
- Mayor base de sustentación: separa más las piernas al caminar para buscar más estabilidad.
- Inclinación del tronco: se inclina hacia adelante o hacia los lados.
- Rigidez o asimetría: mueve un lado del cuerpo de forma diferente al otro.
En resumen, cualquier alteración en la forma de caminar habitual de la persona (postura encorvada, pasos inseguros, balanceo reducido de los brazos, etc.) merece atención y evaluación médica.
Evita moverse o necesita ayuda repentina
Cuando una persona mayor que previamente era independiente comienza a solicitar ayuda para desplazamientos cortos o evita salir de casa, hay que prestar atención. Estos cambios comportamentales indican preocupaciones subyacentes sobre su capacidad de moverse con seguridad.
La reticencia a participar en actividades sociales o la negativa a realizar tareas domésticas que antes realizaba sin dificultad sugieren pérdida de confianza en su movilidad. El aislamiento social progresivo acompaña frecuentemente estos cambios.
Dolores o fatiga al moverse
Las quejas de dolor o fatiga excesiva después de actividades físicas mínimas también son indicios de posibles afecciones subyacentes. El dolor persistente en articulaciones, músculos o pies tras caminar distancias cortas requiere evaluación profesional.
La fatiga desproporcionada puede indicar alteraciones cardiovasculares, anemia, efectos secundarios de medicamentos o condiciones neurológicas. La combinación de dolor y fatiga crea un círculo de deterioro físico progresivo. En este sentido, es necesario actuar a tiempo para prevenir el decaimiento en ancianos mediante intervención médica y rehabilitación apropiada.
¿Qué hacer si un anciano deja de caminar?
Ante un ser querido mayor que ha dejado de caminar o cuya movilidad ha disminuido notablemente, es natural preguntarse cómo hacer que una persona mayor vuelva a caminar. Cada caso es único, pero hay pasos generales a seguir. Te compartimos algunas pautas esenciales:
Evaluación médica inmediata
Lo primero y más importante es solicitar una valoración médica completa. No asumas que es “cosa de la edad”. Un geriatra o el médico de atención primaria podrá realizar una exploración física, revisar la medicación y solicitar las pruebas necesarias (análisis de sangre, radiografías, etc.) para identificar la causa o causas del problema.
Importancia del diagnóstico precoz
Relacionado con lo anterior, un diagnóstico temprano es imprescindible para la recuperación funcional del adulto mayor. Si un adulto mayor pasa semanas o meses sin caminar, esperando a ver “si se le pasa”, puede perder masa muscular y autonomía que luego son difíciles de recuperar. En cambio, si actuamos en cuanto detectamos el problema, es más probable que podamos revertir o frenar el proceso.
Estudios médicos señalan que las intervenciones rápidas pueden limitar las “cascadas” de efectos negativos de la inmovilidad [8].
Evitar la inactividad prolongada
Mientras se investiga y trata la causa subyacente, debemos evitar que la persona mayor permanezca inactivo demasiado tiempo. El reposo prolongado en cama o la inactividad absoluta tienden a empeorar la situación, creando complicaciones adicionales. Los profesionales en geriatría advierten que el peligro del reposo en cama debe ser reconocido y evitado, ya que en pocos días se inicia un deterioro muscular y funcional [1].
Por tanto, si un adulto mayor deja de caminar por la razón que sea, debemos intentar que no permanezca sentado o acostado todo el día. Incluso si necesita reposo relativo, se pueden hacer ejercicios pasivos en cama o movilizaciones suaves de las piernas para mantener la circulación y el tono muscular.
Consecuencias cuando un anciano no camina suficiente
La inmovilidad en personas mayores conlleva una serie de consecuencias físicas, psicológicas y sociales negativas. Por eso, es tan importante prevenir que un anciano deje de caminar si no es estrictamente necesario. Los principales efectos de la falta de actividad son:
Pérdida de masa muscular
La atrofia muscular por desuso ocurre rápidamente en la tercera edad. Al no caminar ni hacer esfuerzos, los músculos de las piernas (y de todo el cuerpo) empiezan a debilitarse y disminuir de tamaño. Este proceso de disminución de masa y fuerza muscular relacionada con la edad se conoce como sarcopenia, y se acelera con la inactividad [1].
De hecho, la inmovilidad prolongada conlleva un balance nitrogenado negativo, es decir, el cuerpo pierde más proteínas de las que forma, traduciéndose en pérdida muscular [1].
Riesgo de úlceras o infecciones
Estar largos periodos sentado o acostado conduce a ciertas complicaciones médicas. Una de las más conocidas son las úlceras por decúbito o escaras, que son lesiones en la piel y tejido subyacente por la presión continua en puntos de apoyo (talones, sacro, caderas, etc.). Los adultos mayores inmóviles o encamados tienen el mayor riesgo de desarrollar úlceras de presión, las cuales pueden infectarse gravemente [9].
Otro resultado de la inmovilidad son las infecciones. La falta de movilidad se asocia a incontinencia (por no llegar a tiempo al baño), lo cual tiende a causar infecciones urinarias. A su vez, la postura acostada favorece la acumulación de secreciones pulmonares, aumentando el riesgo de neumonía por falta de movilidad.
En síntesis, un anciano que no camina lo suficiente enfrenta no solo el problema de la movilidad en sí, sino un incremento en el riesgo de úlceras por presión, infecciones urinarias, respiratorias y coágulos, que pueden agravar su estado de salud [1].
Impacto en la salud emocional y cognitiva
No podemos olvidar las consecuencias psicológicas y cognitivas. El dejar de caminar implica una pérdida de independencia, ya que la persona dependerá de otros para moverse. A su vez, esta situación puede generar sentimientos de inutilidad, frustración y depresión.
Muchas veces, la falta de movilidad genera profundas consecuencias sociales y psicológicas: al no poder salir por sí mismo, el mayor quizás deje de ir de compras, de visitar amigos o de participar en actividades, volviéndose más aislado en casa [8].
Asimismo, está demostrado que la actividad física regular favorece la oxigenación cerebral y ayuda a mantener las funciones cognitivas en mejor estado, mientras que el sedentarismo extremo se asocia a peor rendimiento cognitivo y mayor riesgo de demencia [10].
En este contexto, la terapia psicológica para adultos mayores es una de las herramientas más valiosas que permiten atenuar muchos efectos del sedentarismo.
Cómo actuamos en Emera cuando una persona mayor deja de caminar
En Grupo Emera implementamos protocolos especializados para abordar integralmente los casos de pérdida de movilidad en adultos mayores. Nuestro enfoque interdisciplinario combina evaluación médica, intervenciones terapéuticas personalizadas y apoyo emocional continuo.
Cada residente recibe atención individualizada que considera sus circunstancias médicas específicas, preferencias personales y objetivos de rehabilitación. El equipo profesional trabaja colaborativamente a fin de maximizar el potencial de recuperación y mantener la dignidad personal. A su vez, promovemos consejos para un envejecimiento saludable que ayudan a los mayores a mantener su bienestar integral a largo plazo.
Ejercicio físico
Diseñamos programas de actividad física adaptados a las capacidades de cada persona. Estos programas incluyen ejercicios para mejorar el equilibrio en personas mayores, fortalecimiento muscular y trabajo de la resistencia cardiovascular. El objetivo es combatir la sarcopenia y devolver la confianza en el propio cuerpo.
Fisioterapia geriátrica
Contamos con un equipo de fisioterapeutas que aplica técnicas especializadas para tratar el dolor, mejorar la amplitud articular y reeducar la marcha. Utilizamos terapias manuales, electroterapia y ejercicios terapéuticos específicos que ayudan a los residentes a volver a caminar de forma segura. La psicomotricidad en adultos mayores también juega un papel importante en la recuperación de patrones de movimiento correctos.
Entorno seguro para evitar caídas
Adaptamos el entorno para minimizar los riesgos. Eliminamos barreras arquitectónicas, instalamos asideros y barras de apoyo, y nos aseguramos de que la iluminación sea la adecuada. Proporcionamos los productos de apoyo necesarios (andadores, bastones) y enseñamos a utilizarlos correctamente.
Atención emocional
Comprendemos el impacto psicológico que supone la pérdida de movilidad. Nuestro equipo de psicólogos y terapeutas ocupacionales ofrece apoyo emocional al residente, trabajando para superar el miedo a caerse, fomentar la autoestima y promover la participación en actividades sociales.
Como hemos visto, afrontar la situación de los ancianos que dejan de caminar requiere un enfoque proactivo, informado e interdisciplinar. Si te encuentras en esta situación con un familiar, no dudes en buscar ayuda profesional. La intervención temprana y un plan de cuidados adecuado marcan una gran diferencia en su autonomía y calidad de vida.
Referencias:
[1] Gac Espínola, H. (s.f.). Inmovilidad en el adulto mayor. Escuela de Medicina. Pontificia Universidad Católica de Chile. https:// medicina.uc.cl/publicacion/inmovilidad-adulto-mayor/
[2] Stefanacci, R. G., & Wilkinson, J. R. (2023, noviembre). Trastornos de la marcha en personas de edad avanzada. Manual Merck versión para el público general. https:// merckmanuals.com/es-us/hogar/salud-de-las-personas-de-edad-avanzada/trastornos-de-la-marcha-en-personas-de-edad-avanzada/trastornos-de-la-marcha-en-personas-de-edad-avanzada
[3] National Institute of Arthritis and Musculoskeletal and Skin Diseases. (s.f.). Arthritis. https:// niams.nih.gov/health-topics/arthritis
[4] MedlinePlus en español. (2023, noviembre 3). Problemas para caminar. https:// medlineplus.gov/spanish/walkingproblems.html
[5] International Osteoporosis Foundation. (s.f.). What is Osteoporosis?. https:// osteoporosis.foundation/patients/about-osteoporosis
[6] Parkinson’s Foundation. (s.f.). Problemas para desplazarse o caminar. https:// parkinson.org/espanol/entendiendo-parkinson/sintomas-motores/problemas-desplazarse
[7] Elwell, V. (2022). Fear of falling makes falls more likely. UCI Health – Live Well Blog. https:// ucihealth.org/blog/2022/09/fear-of-falling
[8] Harvard Health Publishing. (2013, septiembre 18). Two questions can reveal mobility problems in seniors. https:// health.harvard.edu/blog/two-questions-can-reveal-mobility-problems-in-seniors-201309186682
[9] Cleveland Clinic. (s.f.). Bedsores (Pressure Injuries). Cleveland Clinic Health Library. https:// my.clevelandclinic.org/health/diseases/17823-bedsores-pressure-injuries
[10] Kumar, M., Srivastava, S. & Muhammad, T. Relationship between physical activity and cognitive functioning among older Indian adults. Sci Rep 12, 2725 (2022). https:// doi.org/10.1038/s41598-022-06725-3
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